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Estrella de la muerte en construcción 2
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Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana...

STAR WARS: JEDI

Episodio I

El Droide Fantasma

Las GUERRAS CLON continúan. En aras de vencer a la CONFEDERACIÓN DE SISTEMAS INDEPENDIENTES, el valiente EJÉRCITO CLON y los CABALLEROS JEDI lanzan una ofensiva a gran escala en el BORDE EXTERIOR.

Misteriosas desapariciones en puestos de avanzada de la República han llamado la atención del CONSEJO JEDI, quienes han desplegado al ESCUADRÓN AIWHA para investigar. Los clones descubrirán que una nueva arma Separatista, un droide asesino de Jedi, está detrás de todo, y quedará en manos de la maestra SYNRI OMANN y su padawan, AVNER, de descubrir al culpable detrás de dichos sucesos.

[]

Silencio.

Esa fue la única respuesta que el Surrogator recibió del sistema Bemoc.

Días atrás, Bemoc-5 era hogar de un puesto de avanzado Jedi, resguardado por un contingente de soldados clon de la República. Al menos así era, hasta que las comunicaciones cesaron sin previo aviso. Sin dudarlo, el crucero clase-Arquitens desplegó desde su bahía ventral a una lanzadera de asalto clase-Nu, tripulada por el Escuadrón Aiwha.

—Luz verde, Aiwhas. —indicó RC-1013, informalmente conocido como Sarge.

—Recibido, Sarge. —respondió RC-2088, cuyo nombre era Zag.

El carguero ingresó a través de la atmósfera planetaria de la luna y aterrizó en el puesto de avanzada abandonado. Ataviados en armaduras clase-Katarn y equipados con sistemas de armamento modular DC-17m, el cuarteto de clones comando descendió y estableció un perímetro alrededor de la zona de aterrizaje.

—Parece que no hay nadie en casa. —dijo RC-7072, el bufón del grupo.

—Si hubiera alguien en casa, no estaríamos aquí, Di’kut. —RC-1261, o Tyto, pronunció despectivamente su nombre. En mando’a, el lenguaje nativo de Jango Fett, el hombre cuyo genoma engendró al ejército clon, su nombre significaba idiota.

—Basta de charlas. ¡Muévanse, Aiwhas! —Sarge ordenó.

—¡Sí, señor! —respondieron al unísono.

Rifles en alto y linternas encendidas, el Escuadrón Aiwha ingresó al interior de las instalaciones y se topó con un lúgubre escenario. Decenas de soldados clon abatidos decoraban los pasillos, y junto a ellos yacía el cadáver de un maestro Jedi sullustano.  

—¿Qué kriff pasó aquí? —Di’kut preguntó.

—Cuida tu lenguaje, Di’kut. —Sarge ordenó. —Somos clones comando, no soldados clones cualquiera.

—Lo siento, Sarge. Es solo que me tomó por sorpresa. ¿Qué pudo matar a tantos regs y Jedi por igual?

—¿Jedis oscuros? —Zag sugirió. —He escuchado que el Conde Dooku ha reclutado varios a su causa.

—Es una posibilidad, sí. —Sarge respondió.

—Esperen. No estamos solos. —Tyto indicó. Sus sensores de movimiento se activaron y detectaron algo en las cercanías.

—¿Clankers?… —Di’kut preguntó.

—No lo sé. Preparen sus armas, Aiwhas. —Sarge ordenó.

Los clones comando levantaron sus armas y tomaron posiciones defensivas. Sin embargo, no se trataba de ningún enemigo. Un zabrak malherido surgió de las sombras, sosteniendo su sable de luz apagado en una mano, e intentando cubrir una herida abdominal con la otra.

—Aiwhas. Bajen sus armas… —Sarge ordenó.

—Recibido… —Zag respondió.

El padawan intentó pronunciar algo, en vano, y sucumbió de rodillas ante los clones comando.

Dank farrik… —murmuró Di’kut.

—Tyto. Toma a ese padawan y sácalo de aquí. Él nos dará las respuestas que necesitamos. —Sarge ordenó.

—Sí, señor.

Tyto recogió al padawan inconsciente y lo cargó en brazos.  

—Di’kut. Busca una terminal computacional y recupera información de importancia. Registros de seguridad, esquemáticos de las instalaciones. Todo.

—Sí, señor.

Di’kut hackeó una terminal cercana y registró la información en su VFD.

—Aiwha-13 a Surrogator. El puesto Jedi en Belmoc-5 ha sido atacado. Un padawan superviviente ha sido encontrado, sin embargo, requiere atención médica inmediata. Repito. Un superviviente ha sido encontrado y requiere atención médica inmediata. —Sarge espetó a través del comunicador.

—Recibido, Aiwha-13. El personal médico será informado. Evacúen la zona, Aiwhas. Cambio y fuera.

El Escuadrón Aiwha regresó al punto de inserción y abordó la lanzadera. Tyto colocó al padawan en una camilla médica y aplicó una sustancia en aerosol alrededor de la herida. El zabrak gimoteó del dolor en respuesta.

—Bacta en aerosol. Arderá, pero te mantendrá con vida.

—¡Sáquenos de aquí, ya! —Sarge ordenó.

—A sus órdenes, señor. —respondió el piloto clon.

Las compuertas de la lanzadera se cerraron y las turbinas de la cañonera de la República se encendieron. El transporte se elevó por los aires y abandonó el planeta, reuniéndose en órbita con el Surrogator. Lo que Aiwha no sabía es que habían sido observados desde la distancia por una inteligencia mecánica.

***

—¡Sus signos vitales no son estables! —exclamó el droide médico 2-1B.

—¡Pues haga que lo sean! —ordenó Sarge.

—Lo intentaré. Sin embargo, nuestras probabilidades de éxito son de un 5%. No prometo nada.  —el droide médico respondió.

El padawan respiraba agitadamente y luchaba por seguir con vida.

—Padawan. Escúchame. Padawan. ¿Qué pasó allá abajo? —Sarge preguntó.

—Soy uno con la Fuerza y la Fuerza está conmigo. Soy uno con la Fuerza y la Fuerza está conmigo… —el padawan murmuró.

—¿Qué está diciendo? —preguntó Sarge.

—Es una oración Jedi. Rezada en momentos de estrés y angustia. —el droide respondió.

—No es momento, padawan. ¿Qué es lo que viste? —Sarge ordenó.

El rodiano dejó de rezar y, por breves instantes, logró calmar su respiración y volteó a ver a Sarge.

—Mata… Jedi… —pronunció.

—¿Qué?

—Mata… Jedi…

Su último aliento salió de sus labios y sus signos vitales se aplanaron. El padawan había muerto.

—Lo lamento, no hay nada más que pueda hacer por él.

Kriff. —Sarge murmuró.

—¿Sarge? —Zag preguntó.

—¿Sí, Zag?

—Di’kut desencriptó los registros de holo-vídeo de Belmoc-5. Creo que usted querrá ver esto…

Capítulo Uno - Coruscant[]

—Confía solo en la Fuerza, padawan. —Xi’an Fenn aconsejó. —No en tus ojos, no en tus oídos, ya que pueden equivocarse.

—Es fácil para usted decirlo, maestra. —Abner respondió. —No es usted quién está entrenando a ciegas.

—Hazme caso, Abner. Alguna vez fui como tú.

—Si usted lo dice… —Abner murmuró. —¿Ya empezamos?

—Ya. —Fenn indicó.

El padawan preparó su postura de combate. Frente a él, un droide remoto Marksman-H levitaba a dos metros sobre el suelo. El droide abrió fuego y Avner alcanzó a desviar el disparo.

—Nada mal. —dijo Fenn. —Pero podría ser mejor.

Fwi rodeó a su aprendiz, caminando en torno a él, y colocó sus manos sobre su mentón, inspeccionando su postura. Sus piernas se tensaron y su lenguaje corporal denotaba ansiedad.

—¿Quieres que subamos la potencia? —la twi’lek preguntó.

—¡Por supuesto que sí! Quiero un desafío, no un juego de younglings.

—Muy bien, entonces. —Fenn respondió.

El droide aumentó su potencia y sus disparos eran cada vez más frecuentes y la energía que cargaban más potente. Avner siguió esquivando los disparos. Omann notó que su mordida se tensó y su concentración se desvanecía poco a poco.

—¡Auch! —Avner gritó. El droide abrió fuego sobre su entrepierna, y la consecuente descarga eléctrica aturdió al joven padawan.  

—¿Juego de younglings, decías? —Fenn preguntó sarcásticamente. —Suficiente, gracias droide.

El droide remoto emitió un pitido en respuesta.

—¿Estás bien? —Fenn extendió su mano para ayudar a Abner.

—¿Yo? Sí, por supuesto. —Abner se reincorporó y se quitó su casco. Su maestra lo observó con preocupación.

—¿Pasa algo?

—Te noté tenso. ¿Pasa algo?

—No, para nada. Estoy bien.

—Siento tumulto en tu corazón. —Fenn mencionó. —Abner. Soy tu maestra. Y como tu maestra, puedes confiar en mí. Puedes contarme lo que sea. ¿Qué sucede?

—Nada. Ya le dije…

—Maestra Fenn. —un Guardia del Templo Jedi interrumpió. —Lamento la molestia. El Maestro Yoda solicita su presencia en la Cámara del Consejo.

—¿Ahora? —Fenn preguntó.

—Sí. Ahora.

—Está bien. Así será.

El Guardia Jedi asintió y se retiró. Fenn volteó a ver a su Padawan, quién se notaba incómodo por la pregunta.

—Tómate un receso. Despeja tu mente. Hablaremos de esto cuando vuelva. ¿Te parece?

—Está bien, maestra. —Avner asintió. —Que la Fuerza la acompañe.

***

Abner caminó a través de los pasillos del Templo Jedi de Coruscant, uno de los recintos más sagrados para la Orden. Erigido desde tiempos de la Antigua República, el Templo Jedi fue por miles de años un símbolo de esperanza para la galaxia. Varios younglings jugaban y se correteaban a través de los pasillos del Templo, mientras maestros Jedi de diversas especies conversaban sobre asuntos de suma importancia.

El joven Jedi tomó un elevador, descendiendo hasta uno de los hangares del Templo Jedi. Docenas de naves estacionadas—tanto cazas estelares Eta-2 clase-Actis, así como cañoneras clon LAAT/i—eran atendidas por droides de reparación serie-DUM y técnicos de mantenimiento de la República, consultores civiles que se enlistaban en las filas del Templo Jedi.

Un carguero corelliano YT-1300 aterrizó en el hangar. Franjas azules y símbolos anaranjados decoraban su grisácea estructura. Se trataba del Mensajero Estelar. Una nave en servicio del Grupo Republicano, el Mensajero Estelar era la nave más rápida que él jamás había visto. Su misión no era otra más que transportar provisiones a mundos devastados por las Guerras Clon. Su rampa se desplegó y una mujer zeltrón descendió de, vestida con un uniforme de piloto desgarbado.

—¿Qué pasa, Jedi? ¿Estás perdido? —Hinna Zarva preguntó.

—Uno nunca está perdido cuando la Fuerza está de su lado. —Avner sonrió.

—Ven acá, Avner. Ven y dame un abrazo. —Zarva respondió.

El Jedi envolvió a la zeltrón en sus brazos.

—¿Qué tal han estado las cosas en el Borde Exterior? —Avner preguntó.

—Lo normal. Evadir bloqueos Separatistas por aquí, dejar provisiones por allá. Instalé una rectena de grado militar por sí las moscas.

—Imagino han sido días agitados para ti.

—Ni me lo digas. He visto días mejores.

—Ningún trabajo es tranquilo en estos días. —Zarva suspiró.

—Me imagino. —Avner respondió. —¿No te has dado una vuelta por Marfa?

—¿Marfa? No. No he tenido tiempo. ¿Se puede saber por qué? —Zarva inquirió.

—Solo es curiosidad.

—Ajá. —Zarva replicó sarcásticamente. —No te hagas el tonto. Yo bien sé por qué preguntas.

—¿De qué hablas? Solo quiero sacarte plática. —Avner dijo mientras se rascaba su espalda.

—Dos palabras. Dion Soveco.

Avner guardó silencio.

—¿La extrañas, no es así?

—Sí.

—No puedo culparte. Yo también la extrañaría.

Tiempo atrás, Avner fue residente del enclave Jedi agrícola en Marfa. Sus padres lo abandonaron a una muy temprana edad, y fue el maestro Cir Do, un durosiano, quién se hizo cargo de él. Fue allí donde conoció a Dion, una miraluka con quién formó un lazo estrecho de amistad.

Todo cambió cuando en su adolescencia temprana, sus habilidades en la Fuerza se incrementaron drásticamente, más allá de lo que el personal del Cuerpo Agrícola estaba capacitado para entrenar, por lo que optaron por transferirlo a Coruscant. Avner prometió que, cuando se graduase como un caballero Jedi, regresaría a Marfa y juntos viajarían por las estrellas.

—Sí algún día vas allá, ¿Crees poder entregarle una holocarta por mí?

—Por supuesto que puedo. Pero quiero algo a cambio…

—¿Y ese es?

—Una revancha. Aún no supero esa arrastrada que me diste en el Dejarik.

—Por favor. Eres una pésima perdedora.

—Yo hubiese ganado si tú no usaras ninguno de tus trucos Jedi.

—Ningún Jedi que se respete usa trucos en algo tan mundano como el Dejarik.

—Sí, pero tú no eres un Jedi que se respete.

—Hija de Gundark… Acepto tu revancha. Te probaré que no necesito usar la Fuerza para ganarte.

—Muy bien. Estoy esperando a ver eso. —Zarva respondió. —¡Oigan! ¡Ustedes, droides! ¡Aléjense de mi nave! ¡Ya!

Un grupo de droides de reparación voltearon a verla y al oírla, se dieron a la huida, perdiéndose entre cajas de suministros y pilas de refacciones.

***

—Maestra Fenn, un gusto verla es.

—También es un gusto verlo, maestro Yoda. —Fenn saludó a su viejo maestro. —¿Qué necesita?

—Una amenaza surgido ha, y su ayuda necesitamos de.

—¿Y de qué clase de amenaza hablamos? —la twi’lek preguntó.

—Hace unos días, perdimos comunicación con el sistema Belmoc. —Mace Windu vociferó. —Hogar de un puesto de avanzado Jedi, el Escuadrón Aiwha fue desplegado con el objetivo de investigar lo sucedido y reestablecer comunicaciones.

—¿Qué es lo que descubrieron? —Fenn preguntó.

—En su reporte, el Escuadrón Aiwha informó no hubo sobrevivientes, a excepción del padawan del maestro Qobb Naub. Desafortunadamente, murió a bordo de la bahía médica del Surrogator. —Obi-Wan Kenobi intervino.

—Lo lamento. —Fenn suspiró. —¿Hay evidencia de quién estuvo detrás de esto?

—Aiwha-72 recuperó un registro de vídeo bastante… preocupante. —Windu indicó.

Un registro de seguridad holográfico tomó forma frente a los miembros del Consejo Jedi. Varios soldados clon realizaban sus labores diarias, algunos interactuaban amistosamente con Kes Kor, el padawan del maestro Naub. Repentinamente, las alarmas de seguridad se encendieron, y los clones tomaron sus puestos de combate, equipados con carabinas bláster DC-15S. Un atacante encapuchado entró en escena, blandiendo un sable de luz carmesí y abriéndose paso a través de los soldados clon.

El maestro Naub ordenó a su padawan que se mantuviese atrás, mientras él enfrentaba al atacante. El sullustano usó un empujón de la Fuerza en un intento de lanzar a su oponente por los aires, sin embargo, el asesino ni se inmutó y procedió a acabar con su vida. Kor intentó vengar a su maestro, sin éxito, y recibió una estocada en el abdomen. Tirado en el suelo, el asesino alzó su sable de luz y preparó su golpe final, sin embargo, el padawan consiguió escapar, ya que un soldado clon sobreviviente abrió fuego con su pistola DC-17. El asesino desvío el disparo y acabó con la vida del clon. Su presa, no obstante, había escapado. El asesino procedió a abandonar la escena, sin molestarse en cubrir su rastro.

—¿Quién es él? —Fenn preguntó.

—No quién, qué. —Windu interrumpió. —Rebobina la grabación. —ordenó.

El holo-vídeo dio marcha atrás y se congeló en un frame específico. Los rasgos faciales del atacante se podían apreciar. Fenn se dio cuenta que no era un rostro humano.

—¿Un droide?

—En lo correcto, usted está. —Yoda respondió.

—El maestro Kazdan Paratus cree que se trata de un modelo de droide nunca antes visto, posiblemente una variante del MagnaGuardia IG-100 de Holowan Industries, cuyas patentes inicialmente eran propiedad del Clan Bancario. —Obi-Wan dijo.

—Tendrá que disculparme, maestro Yoda, pero yo no soy la persona indicada para esto. Tengo asuntos que atender aquí, en Coruscant.

—Preocupada, usted está. —Yoda denotó. —¿Hablar de eso, usted desea?

—Es mi padawan. No está concentrado. Sus pensamientos lidian en el pasado, y temó que sus apegos emocionales no se han esfumado.

—Esa es la razón por la que un padawan debe iniciar su entrenamiento a una temprana edad. —Windu respondió. —Sus apegos emocionales no se han formado, y será más fácil para él aceptar la transición a su nueva vida. Sin embargo, no esperaría que usted, antes padawan de un criminal de guerra, pueda entenderlo.

—Los actos en vida de mi viejo maestro, Pong Krell, no definen quién soy yo como Jedi. —Fenn respondió. —Además, el personal de Marfa no estaba capacitado para hacerse responsables de alguien con el poder de Abner. ¿A dónde más iría, si no es que aquí?

—El destino de un padawan que excedía los requisitos mínimos no es problema de la Orden Jedi, maestra Fenn.

—¡Suficiente, sido ha! —Yoda interrumpió. —El maestro Windu, algo de razón tiene. Entrenar a un adolescente, difícil es. Sin embargo, posible es. El joven Skywalker, la prueba viviente es.

—Gracias, maestro Yoda. Sus palabras siempre son una guía a través del camino de la incertidumbre. —Fenn agradeció.

—Su padawan, con usted irá, y su entrenamiento terminará. Descubrir detrás de esto, quién está, en sus manos está.

—Así será, maestro. Acepto su misión. Pero no puedo hacer esto sola. Solicito apoyo del Gran Ejército de la República.

—Encargado, nos hemos ya. —Yoda respondió. —El capitán Fordo y la 182° División, a su servicio estarán. El almirante Holdo será, quién a la batalla la lleve a usted.

—Hasta pronto, maestro Yoda. —Fenn respondió. —Windu…

El maestro Korun asintió, intercambiando miradas con Fenn.

—Que la Fuerza la acompañe, maestra Fenn. —Yoda se despidió.

***

—¿Es enserio? ¿Volviste a usar tus trucos Jedi?

—¿Qué? ¡Claro no! Solo eres una mala perdedora, acéptalo.

—Lo haré, solo si tu aceptas primero que eres un tramposo. —Zarva mencionó. La zeltrón cruzó sus piernas, mientras las figuras de Dejarik luchaban unas entre otras.

—Zarva. —Fenn dijo a través del comunicador. —Zarva. ¿Me escuchas?

—Maestra Fenn. No esperaba una llamada suya. ¿Qué sucede?

—¿Está Abner contigo?

Abner indicó con un gesto que mintiese. El padawan no tenía deseos de regresar a su sesión de entrenamiento.

—No. ¿Por qué?

—Zarva, tú y yo sabemos que Abner está contigo. No tiene a donde más ir.

Zarva permaneció en silencio.

—No se preocupen. No he venido a regañarlos. Pídele que se prepare, nos iremos de Coruscant en treinta minutos.

—¿Qué? ¿Por qué? —Abner preguntó.

—¿Avner? ¿Eres tú? Bien. Te explicaré en el camino. La República necesita nuestros servicios.

—Espera. ¿Me estás diciendo que será mi primera misión?

—Sí, Abner. Tu primera misión. Equípate adecuadamente, quiero que des una buena impresión.

Avner apretó su puño e hizo una mueca de felicidad.

—¡Sí!

—Zarva, necesitaré tus servicios de transporte.

—Cuente conmigo, maestra Fenn. —Zarva aceptó.

Capítulo Dos - Majestic[]

—Capitán. ¿Está todo bien? —Holdo, almirante de la Flota de la Nebulosa Brillante, preguntó.

—Sí, almirante, estoy bien. —ARC-77, quién se hacía llamar Fordo, respondió. —Es solo que no he trabajado con los Jedi desde Muuninlist, y para serle honesto, no me entusiasmaba en lo absoluto.

—Comprendo. Usted ha entrenado toda su vida para ser uno de los mejores hombres que hay en nuestro gran ejército, y eso lo respeto. Comprendo su frustración, pero la decisión no ha sido mía. Confío en que sabrá comportarse profesionalmente y dejará a un lado sus sesgos personales por el bien de la misión.

—Así será, almirante. —Fordo suspiró. A sus ojos, los Jedi eran combatientes poco ortodoxos, y sus tácticas conflictuaban con las estrategias más apegadas a la norma que Jango Fett enseñó a él y sus hermanos en sus días en Kamino. Y por si eso fuese poco, sus padawan, sin importar cuán jóvenes fuesen, eran desplegados en el campo de guerra y recibían el cargo de comandante por el simple hecho de poder usar la Fuerza. Eso era algo que molestaba a Fordo, pero como Holdo dijo, tenía que dejar a un lado sus conflictos de interés por el bien de la misión.

El Mensajero Estelar ingresó al hangar del Majestic y aterrizó en su bahía de aterrizaje. Holdo inspeccionó de reojo al carguero y notó que, pese a estar bajo servicio de la República, su aspecto no lo delataba. Eso sería bastante útil en caso de que se requirieran sus servicios en misiones de infiltración tras las líneas enemigas. La rampa del carguero corelliano descendió y de esta bajaron una maestra Jedi Xi’an Fenn y su padawan Abner.

—Saludos, maestra Fenn. Es un gusto tenerla a bordo de mi nave. —Holdo saludó de mano a la maestra Jedi.

—El gusto es mío, Almirante. Estoy entusiasmada de trabajar con usted.

—Igualmente, maestra Fenn. ¿O prefiere Xi’an?

—Maestra Fenn está bien.

—Muy bien. —Holdo asintió. —Sígame, tenemos mucho que discutir.

—Así será. —Fenn respondió. —Abner, el capitán Fordo se quedará a cargo de ti. Él te guiará a través del Majestic. ¿No es así, capitán?

—Sí, general. —Fordo respondió. —Comandante, detrás de mí.

—Sí, capitán. —Abner asintió.

***

Fordo escoltó a Abner a través de los pasillos del Majestic. Escuadrones de clones de la 182ª División marchaban al unísono, y droides ratón serie-MSE-6 se escurrían entre sus piernas, emitiendo chillidos molestos.

—Así que, usted es Fordo, ¿verdad? —Abner preguntó.

—Afirmativo.

—He escuchado historias de usted. Peleó en la Batalla de Muuninlist, ¿no?

—Así es.

—¡Genial! Escuché que peleó codo a codo con el general Kenobi. ¿Es cierto que pelearon contra un cazarrecompensas gen’dai?

—Los detalles de la misión son clasificados. —Fordo respondió.

—Entiendo. Entonces. ¿No me lo contarás?

—No, señor.

—Está bien. —Abner respondió, decepcionado. Si bien, el clon no lo demostraba, Abner sentía que no estaba cómodo con su presencia.

—¿Y qué hay de esas marcas que tiene en su casco, capitán?

—¿Esto? Ojos de Jaig. —Fordo respondió. Raramente, los Jedi con los que había trabajado se interesaban en las marcas de su armadura. Tal vez el padawan no era tan molesto como creía. —Me los gané tras la batalla de Hypori. Para nuestro donante significaban algo importante, y por ende, para nosotros también.

—¿Y qué significa?

—Una marca de honor. Valentía.

—¡Genial! Yo también quiero unos así.

—Gáneselos en el campo de batalla, comandante. Así como nosotros lo hemos hecho.

—Eso haré.

Fordo y Abner ingresaron a través de una puerta automática a las barracas. Varios soldados clon, algunos vestidos con sus icónicas armaduras Fase II y otros con uniformes negros estampados con el logotipo de la República, voltearon a verlos.

—¡Soldados! —Fordo exclamó.

—¡Capitán Fordo, señor! —los soldados clon dejaron de hacer lo que sea que estuviesen haciendo y colocaron sus manos sobre sus frentes.

—Este es Abner, padawan de la general Xi’an Fenn. Él será nuestro comandante por lo pronto. Nos guste o no, tendremos que seguir sus órdenes. ¿Eso queda claro?

—¡Sí, señor!

—Muy bien. ¡Sargento Marrt!

—¡Señor!

—Usted estará a cargo de guiar al comandante a través de la nave.

—Así será, señor.

—Uh, capitán. Creí que mi maestra había dicho que esa era su responsabilidad.

—Afirmativo, comandante. Era mi responsabilidad. Sin embargo, ha sido relevada al sargento Marrt. ¿Está eso bien para usted?

—Está bien. Creo… —Abner respondió.

—Muy bien. Estaré en el simulador si me necesita. Hasta entonces, Fordo fuera.

Fordo abandonó las barracas y Abner volteó a ver a Marrt.

—¿El capitán acaba de abandonarme?

—No se lo tome personal, comandante. Es solo que el capitán prefiere trabajar solo, sin intervención de los Jedi.

—Está bien, creo que lo entiendo. —Abner respondió.

—Mire el lado amable, parece haberle caído mejor que muchos otros Jedi con los que hemos trabajado. —Marrt bromeó.

***

—¿Gusta algo de beber, maestra Fenn? —Holdo preguntó.

—No, muchas gracias. —Fenn respondió. —¿Esa es su hija? —preguntó, refiriéndose a un portarretratos donde se apreciaba a Holdo, su mujer, y una niña de menos de tres años.

—Sí. Su nombre es Amilyn. Mi preciosa Amilyn. —Holdo respondió con una sonrisa. —Las Guerras Clon me han alejado de mi familia, y solo puedo verla una vez al año. Siempre que la veo, me gusta ir a ver las estrellas con ella. La próxima vez que regrese a Gatalenta, quisiera entregarle esto.

Holdo le mostró a Fenn una tiara de osmio. Varios círculos concéntricos en su estructura asemejaban a los soles de su mundo natal.

—Es un regalo hermoso, sin duda alguna.

—Un regalo hermoso, para una futura mujer hermosa. Pero temo que el día de entregárselo nunca llegue, ya que esta guerra no parece tener un final.  

—No se preocupe, almirante. Cada día que pasa, la guerra se acerca más y más a su fin.

—Sí, su fin. ¿Pero quién se llevará la victoria? Cada día, un mundo se une a la causa Separatista, y cada día, su poder sobre los mundos del Borde Exterior se hace más y más fuerte.

—Siento en la Fuerza que la guerra terminará. Y la República saldrá victoriosa. Usted podrá reunirse con su hija.

—Solo espero que usted esté en lo correcto. En fin. ¿Cuál es la razón por la que ha venido a mi nave?

—El Consejo Jedi perdió contacto con un puesto de avanzado en el Borde Medio. El Escuadrón Aiwha investigó la causa del cese de comunicaciones y descubrió que todos habían muerto. El perpetrador es una nueva arma Separatista, un droide programado para matar a los Jedi.

—¿Es eso posible? —Holdo preguntó.

—Así es. El maestro Kazdan Paratus cree que se trata de una creación del Clan Bancario InterGaláctico.

—Los muun están detrás de todo esto.

—Eso parece. El Cuerpo de Inteligencia Jedi cree que pudieron haber sido manufacturados en el planeta Niro.

—¿Niro? El planeta es miembro de la República. No puede ser posible que tal arma haya sido creada bajo nuestras narices.

—Legalmente, Niro es propiedad del Clan Bancario. Iremos con una orden de investigación por parte del Senado Galáctico. De ser culpables los muun–y lo serán–habrá resistencia, es por eso que necesitaré a su flota de mi lado.  

—Muy bien, general Fenn. Haré que toda la tripulación esté preparada para dar un salto hiperespacial. Nos aseguraremos de ponerle fin a este complot Separatista.

Capítulo Tres - Niro[]

El Majestic, seguido de su flota escolta, compuesta de naves de asalto clase-Acclamator, cruceros ligeros clase-Arquitens y fragatas corellianas DP20, emergió del hiperespacio en órbita sobre Niro.

El almirante Holdo ingresó al puente de mando, donde fue saludado por varios navegantes clon.

—¡Almirante Holdo, señor! —exclamaron al unísono.

—Tranquilos, clones. ¿Reporte de situación?

—Hemos recibido un mensaje por parte del capataz Cat Taphaq del Clan Bancario, señor.

—Reproduzca el mensaje, navegante.

—A sus órdenes, almirante.

La holomesa táctica transmitió en vivo a un muun de aspecto larguirucho, La Papaask, quién parecía molesto ante la inesperada llegada de las fuerzas de la República.

—En nombre de los Cinco Núcleos, ¿por qué sus fuerzas están en la órbita de mi planeta? —Papaask demandó a saber.

—Saludos, terrateniente Papaask. Yo soy el almirante Holdo de la República Galáctica, venimos en nombre del Consejo Jedi para realizar una investigación.

—¿Una investigación? ¿Qué clase de investigación?

—Hemos recibido reportes de una nueva arma Separatista que ha estado diezmando a nuestros caballeros Jedi a lo largo de la galaxia, y el Cuerpo de Inteligencia de la República cree que este planeta es su lugar de procedencia.

—¡Calumnias! Usted sabrá que Niro es miembro de la República Galáctica. Estas acusaciones son ofensivas. Nosotros nunca crearíamos un arma con tales fines.

—Terrateniente, con todo respeto, si usted no tuviera nada que ocultar, usted permitiría que la investigación procediera. Su comportamiento me hace pensar que hay algo que usted sabe y que yo no…

—Bien. Podrá proceder con su investigación, pero le aseguro que el Clan Bancario no es responsable de esto.

—Muy bien. Dos embajadores Jedi serán enviados. Si algo les sucede, nuestra flota se asegurará de impartir justicia sobre Niro. ¿Eso queda claro para usted?

—Sí. Más que claro. Envíe a sus embajadores. Serán adecuadamente atendidos.

—Excelente. Fue un gusto negociar con usted, terrateniente.

—No comparto el sentimiento, almirante. —Taphaq dijo.

—Navegante, informe a la maestra Fenn que tiene permiso para despegar.

—Así será, señor.

***

El Mensajero Estelar despegó de la bahía del Majestic e ingresó a la polvorienta atmósfera de Niro. El Mensajero aterrizó en una de las plataformas de aterrizaje de las instalaciones aéreas del Clan Bancario, suspendidas sobre la desértica superficie del planeta.

El capataz, acompañado de un escuadrón de droides de seguridad B1, serie-OOM, esperaba a los Jedi en la plataforma de aterrizaje. Papaask observó con disgusto a la anticuada nave de la República al aterrizar. Tal vez están abaratando gastos, pensó. La rampa del Mensajero descendió y un par de embajadores Jedi pusieron pie sobre el suelo, una twi’lek de piel cremosa y su padawan cuasi-humano.

—Saludos, ministro. Yo soy la maestra Xiann Fenn y este es mi padawan, Abner Dom.

—Un gusto —Abner saludó.

El muun no se dignó a corresponderle el saludo, devolviéndole una mirada de disgusto.

—Uy, perdón. No creí que ustedes los muun fuesen tan delicados…

—¡Abner, compórtate!

—Lo siento, maestra.

—Vayamos al grano, Jedi. La República me acusa de colaborar con los Separatistas en la creación de un arma hecha para matar a su gente. Sus acusaciones me resultan ofensivas. Sin embargo, permitiré que ustedes lleven a cabo su investigación y así se probará mi inocencia. Síganme, por aquí.

El terrateniente guio a los Jedi a una sala de conferencias, seguidos por aquel escuadrón de droides de seguridad. Las puertas de la sala de conferencias se abrieron y los Jedi tomaron asiento. Una amplia ventana ofrecía una vista al panorama desértico y montañoso que se extendía a lo largo del planeta.

—Esperen aquí, maestros Jedi. —Papaask dijo. —Primero lo primero, tengo que atender unos asuntos privados de suma importancia.  

—Tómese el tiempo que necesite, terrateniente, nosotros esperaremos aquí. La paciencia es una de las virtudes de un Jedi.

El muun asintió y, junto a sus droides, abandonó la sala de conferencias, dejando a ambos, Abner y Fenn, a solas.

—Maestra, creo que esto es una trampa. —Abner mencionó. —¿No se le hace raro que, siendo acusado de crímenes contra la República, se tome su tiempo para resolver unos “asuntitos”?

—Sí, estoy de acuerdo contigo, padawan. Sus actitudes son sospechosas y potencialmente, incriminatorias.

—Entonces, ¿por qué hacemos esto? ¿por qué no simplemente arrestamos a ese tipo?

—Legalmente, todo individuo merece una presunción de inocencia.

—Presunción de inocencia mis…

—Abner. Tu lenguaje.

—Lo siento, maestra. Es solo que no creo que un Separatista como él sea inocente.

—Tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz. Pero primero, hay que ser pacientes. Y como dije, esa es una de nuestras virtudes.

—Está bien, maestra.

En ese instante, un droide de protocolo inusual ingresó a la habitación. No se trataba ni de un serie-3PO, ni de un RA-7. Su chasis anaranjado era más bien, intimidante, y sus fotorreceptores eran rojos como la sangre.

—Saludos, embajadores. Mi nombre es HK-77. El terrateniente ordenó que, en su ausencia, yo los atendiera.

—Saludos, HK-77. Tu disposición de ayudar es bienvenida. —Fenn respondió.

El droide sujetaba una bandeja de metal en una de sus manos, y entregó a los Jedi unas bebidas para su disfrute.

—Cortesía de la casa, espero que la disfruten.

Abner contempló su bebida por un instante, y enseguida redirigió su mirada al droide de “protocolo”.

—¿Está todo bien, señor?

—Sí, todo está bien. Es solo que me gustan más mis bebidas cuándo no están envenenadas. —Abner dijo.

***

Papaask ingresó a sus aposentos.

—El General Grievous está esperando. —dijo un droide táctico serie-T.

—Sí. No me lo recuerdes.

El muun encendió el holoproyector y frente a él tomó forma el General Grievous, un guerrero mitad kaleesh, mitad máquina, quién en esta ocasión usaba una capa negra sobre sus hombres.

—General Grievous. Lamento informarle que tenemos un problema…

—¿Tenemos? —Grievous preguntó, indignado.

—Tengo un problema. —Papaask corrigió. —La República se ha enterado de nuestro proyecto, y una carpeta de investigación ha sido abierta en mi contra. Dos embajadores Jedi han sido enviados a interrogarme.

—¿Y qué estás esperando? Deshazte de esos entrometidos.

—Mi droide asesino ya se está encargando de ellos. Pero no han venido solos. El almirante Holdo y la Flota de la Nebulosa Brillante están en órbita sobre mi planeta ahora mismo. Si algo les llegase a suceder a sus preciados Jedi, estoy seguro de que no dudarían un instante de bombardear mis instalaciones.

—¿Y qué quieres que haga?

—Quiero a EG-07 y a su flota sobre mi planeta. Yo me desharé de los Jedi por usted, y sus droides se hacen cargo de sus refuerzos. Nuestro proyecto permanecerá en secreto y yo seguiré con vida. ¿Qué le parece? —Papaask preguntó nerviosamente.

—Lo que le pase a usted no es mi problema. Pero si su supervivencia significa que mi proyecto permanecerá en secreto, entonces lo haré.

—Muchas gracias, general.

—¡Lárgate de mi vista! Tengo asuntos más importantes que atender…  

—Una disculpa, general. Así será.

El holograma del General Grievous desapareció y Papaask suspiró.  

—¡Droide! —Papaask gritó.

—¿Sí, terrateniente?

—¿HK-77 se está encargando de los Jedi?

—Afirmativo.

—¿Y qué hay de su piloto?

—Se encuentra en las plataformas de aterrizaje. No parece estar enterada.

—Envía un escuadrón de seguridad a deshacerse de ella, ¡ya!

—Entendido.

***

—¿Disculpe? —el droide preguntó.

—No somos tontos, droide. Sé que está bebida está envenenada…

Ambos, Abner y Fenn, se levantaron de sus asientos y tomaron sus sables de luz, poco a poco alejándose del droide.

—Bien. Hubiese sido decepcionante si hubiesen caído en ello.

El droide asesino levantó sus manos y reveló sus blásters de muñeca, abriendo fuego sobre los Jedi. Fenn y Abner encendieron sus sables de luz, anaranjado y cerúleo, respectivamente, y desviaron los disparos.

—¡Abner! ¡Por la ventana! ¡Ahora!

—¿Ahora?

—¡Ahora! —Fenn ordenó.

Ambos Jedi se arrojaron a través de la ventana y el droide intentó perseguirlos. Fenn enterró su sable de luz en el metal de las paredes metálicas y evitó su caída.

—¡Maestra! —Abner gritó.

La Jedi extendió su mano y usó la Fuerza para atraerlo. Abner la sujetó y quedó colgando hacia el abismo.

HK-77 se asomó a través de la ventana y les apuntó con sus blásters de muñeca.

—Prepárense para morir, Jedi.

—Maestra, arrójeme. —Abner dijo.

—Muy bien. —Fenn respondió.

Zarva ayudó a Abner a impulsarse sobre los aires, y el joven Jedi encendió su sable de luz. HK-77 empezó a abrir fuego, y el Jedi bloqueó los disparos antes de caer encima del droide y empujarlo con una patada de la Fuerza.

HK-77 logró reincorporarse. Fenn se impulsó a sí misma y regresó a la sala de conferencias. Viéndose abrumado, el droide se dio a la huida y salió de la habitación, no sin dejar de abrir fuego contra los Jedi.

—¡Hay que ir tras él! —Fenn ordenó.

—Estoy con usted, maestra.

Los dos Jedi fueron detrás del droide asesino, persiguiéndolo a través de los pasillos de las instalaciones del Clan Bancario. Varios muun que caminaban a través de los pasillos se hicieron a un lado, abriéndole paso a los Jedi, a quienes veían con temor.

HK-77 se detuvo en seco y abrió fuego con un lanzallamas. Una bocanada de gas incandescente envolvió la habitación, y los muun se cubrieron instintivamente, algunos abrazando a sus seres queridos. Fenn generó una burbuja de la Fuerza y desvío las llamaradas, regresándolas al remitente.

Poco a poco, el humo y el hollín se disiparon. Varios muun empezaron a toser, y otros corrieron a reunirse con los suyos.

—Asuntos Jedi, vuelvan a lo suyo. —Abner dijo.

—Espera… —Fenn intervino.

—¿Qué sucede?

De entre la conmoción, emergió HK-77, cojeando en su dirección.

—Yo… No… Seré… Vencido…

El droide asesino serie-HK cayó de rodillas, y sus fotorreceptores cesaron de brillar. Los muun miraron con sorpresa, y otros voltearon a ver a los Jedi, alejándose de ellos.

—¡El terrateniente! ¡Nos ha traicionado!

—No nos traicionó si nunca estuvo de nuestro lado desde el principio.

—¿Y qué haremos?

—Iremos por él y lo arrestaremos.

—¿Y Zarva? Hay que advertirle…

—No subestimes su capacidad de defenderse a sí misma, Abner…


***

Zarva yacía sentada en la cabina de pilotaje del Mensajero Estelar, reposando sus piernas cruzadas sobre el panel de control. Observando a través del canopeo de la cabina, se dio cuenta que un batallón de droides B1 avanzaban en su dirección, sujetando rifles bláster E-5 en sus manos tridáctilas.

Maldita sea, Zarva pensó. Pero no había tiempo de pensar. La zeltrón desenfundó su pistola bláster DX-13 y se escondió, preparándose para emboscar a los droides de batalla.

Un comandante serie-OOM lideraba al resto de droides, quienes rodearon al Mensajero Estelar.

—¡Aborden la nave! —ordenó el comandante en una voz chillona.

—¡Entendido!

Los droides de batalla ingresaron a través de la rampa e iniciaron su inspección de la nave.

—¿Encontraron algo?

—Negativo.

—¡Sigan buscando!

—¡Entendido!

—¿No saben decir nada más? —Zarva murmuró.

—¿Escucharon eso? —preguntó uno de los droides.

—Afirmativo.

Los droides rodearon el escondite de Zarva, quién maldijo en voz baja. Sin ninguna opción restante, la zeltrón activó el modo letal de su bláster y salió de su escondite.

Un disparo bláster púrpura impactó en el pecho de un droide, el cual cayó desplomado.

—¡Es ella! ¡Abran fuego! —ordenó el comandante.

—¡Entendido!

Los droides empezaron a disparar contra la zeltrón, quién tomó cubierta y siguió abriendo fuego. Dos droides más cayeron ante los disparos de su bláster, y después tomó una granada EMP y la lanzó contra los droides. El comandante la atrapó en sus manos y la observó.

—¿Qué es esto? —se preguntó.

La explosión subsecuente frío los sistemas electrónicos de los droides, quienes posteriormente cayeron al suelo, desactivados.

Clankers

Zarva escupió sobre los cuerpos mecánicos de los droides y se movió en dirección a la cabina de pilotaje.

***

—¿Alguna noticia de los Jedi? —Holdo preguntó.

—No, señor.

—Gracias, navegante. —Holdo suspiró. Habían pasado horas desde que los Jedi habían sido enviados a Niro, y desde entonces, no hubo noticia alguna de su parte. Tal vez los Separatistas habían bloqueado las comunicaciones planetarias.

—Señor…

—¿Qué sucede, navegante? —Holdo preguntó.

—Detectamos señales entrantes del hiperespacio…

—Refuerzos Separatistas… ¡Informe a todo el personal que tomen sus puestos de combate! —Holdo ordenó.

—Sí, señor.

Varias naves Separatistas emergieron del hiperespacio en torno a Niro. Destructores clase-Providence, escoltados por fragatas clase-Munificente y buques de omni-soporte DH conformaban la flota enemiga. Una infinidad de cazas droide clase-Buitre, tri-cazas droide y bombarderos clase-Hiena emergieron de sus hangares. En respuesta, cazas estelares ARC-170, varios Ala-V clase-Nimbus y bombarderos Ala-Y encararon a las fuerzas enemigas. Los turboláseres de las naves de la República impactaron sobre los escudos de energía de las naves Separatista y viceversa. La batalla de Niro apenas empezaba.

***

—¿Escaparon? ¿Los Jedi escaparon? —Papaask preguntó, indignado.

—Afirmativo.

—¿Qué hay de HK-77? ¿Por qué no cumplió con su trabajo?

—HK-77 ha sido desactivado.

—¿Qué? ¡No!

—Lo lamento, señor.

—¿Dónde están? ¿Dónde están los Jedi?

—Vienen en camino, señor.

—¡Haz algo! ¡Detenlos! —ordenó.

Las compuertas de la habitación y se abrieron. Los Jedi yacían de pie, con sus sables de luz encendidos. En la espalda del joven Jedi, los restos de HK-77 eran sujetados, como si de una mochila se tratasen. El droide táctico desenfundó su bláster SE-14 y abrió fuego. Fenn desvío sus disparos y uno impactó sobre su mano, quitándole su bláster. Desarmado, procedió a ser rebanado por el sable de luz de Abner. Papaask alzó sus manos y se rindió.

—En nombre del Consejo Jedi, usted vendrá con nosotros y será interrogado por presuntos crímenes contra la República.

—Ya era hora. —Abner respondió, sarcásticamente.

—¡Como ustedes digan, maestros Jedi!

—¿Escuchaste? ¡Me llamó maestro!

—Sí Abner, escuché. —Fenn respondió. —Zarva. ¿Me oyes?

—Afirmativo, maestra Fenn. ¿Qué sucede?

—Necesitamos una extracción. Traemos una persona de alto valor con nosotros.

—Recibido, maestra Fenn.

—Hay que irnos, Abner. —Fenn ordenó.

Los dos Jedi se abrieron paso a través de las instalaciones del Clan Bancario, siendo perseguidos por docenas de droides B1. Una vez en la plataforma de aterrizaje, el primero en subir fue Papaask, mientras Abner y Fenn bloqueaban los disparos de los droides. Los dos Jedi entraron al Mensajero Estelar y el carguero corelliano despegó. Algunos droides siguieron abriendo fuego, en vano, hasta que su comandante les ordenó que bajasen sus armas.

—Al General Grievous no le va a gustar esto…

El Mensajero Estelar se abrió paso a través de la atmósfera de Niro, y una vez que salió de, se encontró con una frenética batalla espacial en la órbita. Un caza estelar ARC-170 casi se estrella con el Mensajero, momentos antes de estallar enfrente de.

—¡Maestra Fenn! ¿Cree poder ayudarme con las torretas?

—Así será, Zarva. —Fenn asintió.

—Abner, tú también, te necesito allá.

—¿Y qué hay de nuestro amigo Separatista?

—¡No causaré ningún problema, se los juro!

—Más le vale…

Abner y Fenn subieron a sus respectivas de cabinas de artillería, y empezaron a abrir fuego contra los cazas droide. Varios cazas enemigos cayeron ante el disparo de las torretas del Mensajero.

—¡Sí! ¡Esto es como un videojuego! —exclamó Abner.

—¡Abner! ¡Tómate en serio las cosas, estamos en una guerra! —Fenn exclamó.

—Lo siento, maestra.

—¡Majestic a Mensajero Estelar! ¿Pueden oírme? —Holdo exclamó a través del comunicador.

—Afirmativo, Majestic. Los Separatistas intentaron asesinarnos, sin embargo, logramos escapar con el terrateniente.

—Me alegro de oírlo, Mensajero Estelar. Pronto descubriremos el misterio detrás de esta nueva arma. Serán escoltados al hangar por un grupo de cazas ARC. Que la Fuerza los acompañe, Mensajero Estelar.

—Uh… ¿Igualmente? —Zarva preguntó. Pese a que disfrutaba de trabajar junto a los Jedi y había personas que apreciaba mucho en sus filas, nunca terminó de entender sus jergas.

Los cazas ARC formaron una posición defensiva alrededor del Mensajero Estelar y este aterrizó seguramente en las bahías del Majestic.

***

—Comandante EG-07, tenemos malas noticias. —informó un droide táctico serie-ST.

—¿De qué se trata? —respondió un droide cuya apariencia se asemejaba a un cruce entre el chasis de un MagnaGuardia IG-100 y el cuerpo cibernético del General Grievous, quién yacía sentado sobre un trono que se asemejaba al usado por su creador.

—El terrateniente Papaask ha sido tomado prisionero por las fuerzas de la República. Esta batalla ha sido perdida. Sugiero llevar a cabo una estrategia de tierra quemada.

—Que así sea, entonces. Abran fuego contra las instalaciones.

—Sí, señor.

Las naves Separatistas redirigieron una buena parte de su energía a los turboláseres, y descargaron una lluvia de fuego sobre las instalaciones de Niro, para el horror de la República. EG-07 haría lo que fuese para asegurar un secreto no solo su existencia, sino la de sus hermanos, al menos hasta que fuese el momento de revelarse ante la galaxia.

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